Javier Duarte ya está en un reclusorio, pero podría salir en cualquier momento.
Después de que fuera capturado en Guatemala hace unos meses, el ex gobernador veracruzano ha dado muchísimo de que hablar, tanto por sus actitudes, como por las acciones de las instituciones encargadas de llevarlo ante la justicia.
Desde comentarios como “ya llegó mi Uber”, o el ya clásico “paciencia, prudencia y verbal contingencia…”, el ex funcionario se mostraba cínico ante periodistas y dependencias que, en ese momento, buscaban una señal de remordimiento por el desvío de mas de 400 millones de dólares por parte de Duarte. Dicha señal nunca llegó.
A su llegada a México, nos topamos con que, debido a las normas del nuevo sistema de justicia penal, se presentó a un Javier “N” “N” con la cara distorsionada para “proteger su identidad”, y no solo eso, sino que también en su acta de detención se protegían su nombre y demás datos personales. Habrá que preguntarse si la identidad de los periodistas asesinados durante su mandato también fue protegida, o la de los cientos de niños con cáncer afectados por el desvío de recursos al sector salud.
¿Lo peor? Su primer audiencia en los tribunales: fiscales poco preparados, que desconocían por completo el caso; no hubo representantes de Hacienda y el Juez no tuvo más opción que apoyar la causa de Duarte, pues verdaderamente la PGR quedó en ridículo ante tan penosa exhibición. ¿Algún trato de por medio? No es fácil asegurarlo, pero sí hace cuestionar la incompetencia.
La sonrisa del abogado defensor del veracruzano, y del mismo ex gobernador lo dicen todo: la justicia en México no les llega a todos. La justicia en México no es nada más que una anécdota, un mal chiste.