A siete siglos de distancia, el INAH conmemora hoy la fundación de Tenochtitlán como la capital del Imperio Mexica, lo que hoy conocemos como el corazón de la Ciudad de México.
La historia que rodea la fundación de Tenochtitlán está llena de numerosos simbolismos que la han enriquecido, dada su tradición envuelta en misticismo y mitología, lo que le otorga un sentido cosmogónico. Así lo mencionan los investigadores de Etnohistoria del INAH, Eduardo Jesús Enrique Corona Sánchez y María del Pilar Ramírez Ruiz.
De acuerdo con sus investigaciones, la leyenda presenta diversas variaciones en cuanto a fechas, mencionándose los años 1318, 1322, 1324, 1325, 1364 y 1366. Sin embargo, Ramírez Ruiz señala que el año “2 Calli” (Casa) en el calendario mexica corresponde a 1325, siendo esta la fecha más aceptada en el calendario occidental y la que hasta nuestros días tiene mayor relevancia.
El nacimiento de un imperio
Según la historia, la fundación de Tenochtitlán se sitúa en el año 1325. Los mexicas, originarios de Aztlán, peregrinaron alrededor de 260 años (1065-1325), guiados por la profecía de su dios Huitzilopochtli (“Colibrí del Sur”), en busca de un lugar donde establecerse.
Dicha profecía indicaba que debían fundar su ciudad en el lugar donde encontraran un islote con una roca, sobre la cual crecería un nopal, y sobre este se posaría un águila con las alas extendidas devorando una serpiente. Esta imagen se convertiría posteriormente en el escudo nacional y quedaría plasmada en el centro del lábaro patrio.
Fue en 1325 cuando los mexicas avistaron esta señal en un islote dentro de las aguas saladas del lago de Texcoco, lo que marcó el inicio de la fundación de Tenochtitlán. Su nombre proviene de su topónimo: Tetl (piedra), Nochtli (nopal) y Titlan (junto a), lo que se traduce como “Lugar del nopal sobre la piedra”.
Lo primero que los mexicas edificaron fue un templo para rendir culto a su dios Huitzilopochtli, considerado la casa de su numen.
A su llegada, los mexicas enfrentaron la desconfianza de las poblaciones locales, ya que la cuenca donde se establecieron estaba ocupada. Sin embargo, con el tiempo lograron adoptar muchos elementos de la cultura tolteca, especialmente en el ámbito religioso.
La ubicación de Tenochtitlán en el lago de Texcoco presentó numerosos desafíos, pero también grandes oportunidades que los mexicas supieron aprovechar.
Una de sus principales innovaciones fue la creación de las chinampas, islas artificiales que les permitieron expandir el terreno habitable y agrícola. Además de facilitar la construcción en el lago, estas técnicas agrícolas contribuyeron al crecimiento de la ciudad y a su consolidación como una potencia regional.
Tenochtitlán estaba interconectada con las regiones circundantes mediante calzadas rectas y poseía una compleja red de canales, palacios y templos. La disposición de sus barrios reflejaba la estratificación social de la sociedad mexica.
Cuando los españoles llegaron en 1519, se encontraron con una metrópoli esplendorosa y perfectamente organizada, con una arquitectura impresionante. De hecho, la ciudad había sido reconstruida tras una inundación ocurrida alrededor del año 1517.
A 700 años de su fundación, la historia de Tenochtitlán sigue siendo el pilar de nuestra identidad como nación. Su influencia y legado permanecen en la memoria de cada mexicano, recordándonos nuestras raíces y el esplendor de la gran civilización mexica.