En lo alto de la cruz, justo sobre la cabeza de Jesús, hay una inscripción que ha despertado la curiosidad de generaciones enteras: “INRI”. Estas cuatro letras han trascendido los siglos como un símbolo de la crucifixión y resumen en latín una frase que marcó la historia del cristianismo: “Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum”, que significa “Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos”.

Según los Evangelios, fue Poncio Pilato quien mandó escribir esta frase en una tablilla, como una forma de justificar la condena de Jesús bajo la ley romana. Aunque la intención inicial pudo haber sido sarcástica o legalista, para los creyentes cristianos la frase se resignifica como una declaración de fe: Jesús es verdaderamente el Rey, aunque su trono haya sido una cruz.
El misterio de las siglas: IHS o JHS
Junto a INRI, otras siglas suelen aparecer en altares, misales o arte sacro: IHS o JHS. Ambas son abreviaciones del nombre de Jesús en griego: ΙΗΣΟΥΣ (Iēsous). Las letras IHS corresponden a las tres primeras del nombre escrito en caracteres latinos, mientras que JHS es una variante que aparece en lenguas que sustituyen la “I” por la “J”, como en español. A lo largo de la historia, estas siglas también se han interpretado devotamente como “Iesus Hominum Salvator” (“Jesús Salvador de los Hombres”).

El Triduo Pascual: el corazón del cristianismo
El contexto en el que se recuerda la muerte de Jesús es el llamado Triduo Pascual, un tiempo litúrgico que comienza con la Misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo, continúa con la conmemoración de la Pasión y Muerte el Viernes Santo y culmina con la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo. Son tres días que, para los cristianos, resumen el centro de su fe: la entrega, el sacrificio y la resurrección de Cristo.
Durante este período, la Iglesia no se limita a recordar hechos históricos, sino que invita a revivirlos espiritualmente. El lavatorio de los pies, la adoración de la cruz, el silencio del sepulcro y la luz del cirio pascual en la Vigilia son más que ritos: son símbolos de una experiencia profunda de fe, esperanza y renovación.

Los símbolos de la Semana Santa
La Semana Santa está cargada de simbolismos que se expresan en la liturgia y en la tradición popular. Algunos de los más destacados son:
- La cruz: no sólo como instrumento de tortura, sino como símbolo de salvación. Es el centro del Viernes Santo.
- El cirio pascual: encendido en la Vigilia del Sábado, representa a Cristo resucitado, luz del mundo.
- El pan y el vino: en la Última Cena, Jesús los transforma en su cuerpo y sangre, gesto que se recuerda cada Jueves Santo.
- El agua y el fuego: en la Vigilia Pascual, se bendicen ambos como símbolos de vida y purificación.
- El color litúrgico rojo (Viernes Santo): simboliza la sangre derramada por Jesús.
- Las palmas y ramos (Domingo de Ramos): evocan la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Más allá del calendario litúrgico, estos signos invitan a mirar con nuevos ojos la pasión y la esperanza. En un mundo marcado por la prisa, el sufrimiento y la incertidumbre, el mensaje del Triduo Pascual ofrece una posibilidad de transformación: pasar del dolor a la vida nueva.
¿Qué significa “desnudar” el altar?
Desnudar el altar consiste en retirar todos los manteles, adornos, velas, flores y ornamentos que normalmente lo revisten. Esta acción se realiza al finalizar la misa del jueves Santo, en un ambiente de recogimiento y silencio, y el altar permanece así hasta la Vigilia Pascual, en la noche del Sábado Santo.
¿Cuál es su significado?
- Símbolo del abandono y despojo de Cristo:
El altar representa a Cristo mismo, por eso el hecho de dejarlo desnudo simboliza el momento en que Jesús fue despojado de sus vestiduras antes de ser crucificado. Es una forma visual de representar el despojo físico, emocional y espiritual que vivió. - Ausencia del sacrificio eucarístico:
El Viernes Santo no se celebra misa. En su lugar, se lleva a cabo la Celebración de la Pasión del Señor, donde no se consagra el pan y el vino, sino que se comulga con las formas consagradas el día anterior. El altar desnudo refleja esta ausencia de sacrificio eucarístico y el luto de la Iglesia. - Luto y silencio:
La desnudez del altar acompaña el tono sombrío del Viernes Santo. Es un día de duelo, recogimiento y contemplación. Todo adorno desaparece, el templo se vuelve sobrio, y eso ayuda a que los fieles se unan al misterio de la pasión y muerte de Cristo. - Preparación para la resurrección:
Así como el altar queda desnudo en señal de muerte, será revestido nuevamente con gloria en la noche del Sábado Santo, cuando se celebra la Resurrección. Es una forma de vivir, simbólicamente, el paso de la muerte a la vida.

Este gesto silencioso y visual es uno de los más elocuentes de todo el año litúrgico, pues comunica, sin palabras, el corazón del Viernes Santo: el misterio del amor llevado hasta el extremo.
Este Viernes Santo, al mirar una cruz con la sigla INRI o al ver las letras IHS en una capilla, tal vez no solo veamos un signo religioso, sino una invitación a comprender el misterio de una entrega que, para millones, cambió la historia y da sentido al presente.



