Con el fallecimiento del Papa Francisco este lunes, se ha dado inicio al periodo conocido como “Sede Vacante”, una etapa de transición en la Iglesia católica durante la cual se organiza el cónclave para elegir al nuevo Sumo Pontífice.
El Colegio Cardenalicio ha sostenido sus primeras reuniones en torno a la conformación del cónclave, cuya fecha aún no ha sido definida. En este proceso, tomarán fuerza los llamados “papables” o preferitis, aquellos candidatos con mayores posibilidades de ser electos.
Este proceso, cargado de simbolismo y tradición, se rige por estrictas normas e involucra a los cardenales menores de 80 años, quienes deberán alcanzar una mayoría de dos tercios para designar al sucesor de San Pedro.
Cardenales de diversas nacionalidades figuran entre los posibles sucesores al liderazgo de la Iglesia católica. Entre ellos, han destacado los nombres de seis mexicanos, aunque únicamente dos cumplen con el requisito de edad para ser considerados: Carlos Aguiar Retes, actual Arzobispo Primado de México y Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara.
Carlos Aguiar Retes, fue confirmado como uno de los dos cardenales mexicanos con derecho a voto en el próximo cónclave. Sin embargo, los analistas consideran que su posible elección es remota. Pese a esto, su perfil reformista y su cercanía con el legado de Francisco lo mantienen como una voz relevante dentro de la Iglesia católica.
El cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, se perfila como uno de los nombres considerados en la antesala del próximo cónclave. Fue presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y ha participado activamente en diversos sínodos y encuentros vaticanos, donde ha demostrado su habilidad conciliadora y su compromiso con una Iglesia centrada en la dignidad humana y la justicia social.
Entre los nombres que más resuenan en la Santa Sede se encuentra el del húngaro Peter Erdo, de 72 años, Arzobispo de Budapest. Erdo ha sido presidente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas y ha tenido un papel destacado en los sínodos sobre la familia organizados por Francisco, así como en las visitas papales a Budapest.
Otro perfil con notoriedad es el del alemán Reinhard Marx, también de 72 años, Arzobispo de Múnich y Freising, quien formó parte del consejo de asesores más cercanos al Papa Francisco. Fue una figura clave en las reformas financieras del Vaticano y defensor del controvertido “camino sinodal”, una iniciativa que impulsa el diálogo sobre el rol de la Iglesia en temas sensibles.
Italia también aporta nombres fuertes. El cardenal Pietro Parolin, de 70 años, actual secretario de Estado del Vaticano, es considerado una figura diplomática clave en los últimos años.
Junto a él, el cardenal Matteo Zuppi, de 69 años y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, ha ganado visibilidad por su perfil pastoral y compromiso con la paz, destacando su papel como mediador en conflictos internacionales.
Desde América, suena el nombre del estadounidense Robert Prevost, de 69 años, actual prefecto del Dicasterio para los Obispos, aunque su candidatura podría estar condicionada por el peso político de su país.
El canadiense Marc Ouellet, de 80 años, también figura entre los posibles elegidos, aunque su edad lo sitúa justo en el límite de elegibilidad.
En otras latitudes, el austriaco Christoph Schönborn, de 79 años, arzobispo de Viena, ha sido una figura clave en la apertura pastoral impulsada por Francisco, especialmente en el trato hacia los divorciados vueltos a casar y en la lucha contra los abusos sexuales dentro del clero.
El cardenal Robert Sarah, de Guinea, de 79 años, ha sido considerado por años como la gran esperanza africana para el papado.
Mientras que el filipino Luis Antonio Tagle, de 69 años, destaca como una de las opciones más jóvenes y con mayor proyección internacional, lo que lo perfila como una posible elección histórica: el primer papa asiático.
El cónclave que se avecina será observado con especial atención por fieles y líderes políticos de todo el mundo, pues no solo marcará el final del pontificado de Francisco, sino que definirá la orientación de la Iglesia católica en las próximas décadas.



