Mañana viernes se anunciará en Oslo al ganador del Premio Nobel de la Paz 2025, y el presidente estadounidense Donald Trump se considera a sí mismo como un firme candidato.
- Israel e Irán: un alto el fuego mediado, no un acuerdo de paz
- India y Pakistán: la mediación más efectiva
- Congo y Ruanda: paz solo en el papel
- Camboya y Tailandia: presión económica, ¿instrumento de paz?
- Egipto y Etiopía: un conflicto que ‘no cuenta’
- Armenia y Azerbaiyán: Washington llena el vacío ruso
- Serbia y Kosovo: acuerdo económico, no pacificación
- ¿El Nobel? Posible, pero muy improbable
Su argumento: haber “terminado siete guerras interminables” durante su administración y su reciente participación en negociaciones que derivaron en varios altos el fuego.
Sin embargo, haciendo el análisis de los conflictos que él mismo enumera, hay un panorama más complejo, donde las treguas alcanzadas no representan una paz estructural, y donde la influencia de Estados Unidos fue intermitente, incluso indirecta en la mayoría de los casos, lo cual no le daría al presidente 45 y 47 de la Unión Americana las credenciales para pensar seriamente el Nobel.
Spoiler Alert: Donald Trump no ganará el Premio Nobel de la Paz 2025.
Aquí repasamos cada uno de los conflictos que dice Trump haber acabado.
Israel e Irán: un alto el fuego mediado, no un acuerdo de paz
El episodio más reciente entre Israel e Irán, tras una serie de ataques mutuos en junio, es el primero en observación. Washington apoyó inicialmente los bombardeos israelíes, pero luego presionó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, e impulsó un alto el fuego con mediación de Qatar, que detuvo la escalada militar.
Aunque el cese de hostilidades se mantuvo, las tensiones nucleares y regionales continúan, lo que impide considerar cerrado el conflicto. Ni Teherán ni Tel Aviv han suscrito un acuerdo duradero.
En términos diplomáticos, fue una contención de crisis, no una resolución de conflicto.
India y Pakistán: la mediación más efectiva
Trump también reivindica haber detenido el muy añejo enfrentamiento entre India y Pakistán en Cachemira, una de las zonas más militarizadas del mundo.
Estados Unidos facilitó comunicaciones entre ambos gobiernos tras una serie de ataques transfronterizos, lo que derivó en un alto al fuego anunciado por Washington antes que por los propios países.
Aunque India niega que Trump fuera determinante, el episodio sí mostró capacidad de mediación estadounidense, especialmente en un conflicto nuclear de larga data.
Congo y Ruanda: paz solo en el papel
En África Central, Trump impulsó un proceso de diálogo entre Congo y Ruanda, países inmersos en una guerra prolongada que ha dejado más de seis millones de muertos.
El acuerdo de Washington, sin embargo, no se ha traducido en estabilidad real. Grupos armados como el M23 continúan cometiendo masacres, y la ONU advierte que la violencia sigue desconectada de las conversaciones diplomáticas, por lo que el papel de Trump no puede ser considerada una resolución efectiva; ni siquiera un “apoyo político”.
Camboya y Tailandia: presión económica, ¿instrumento de paz?
Trump logró uno de sus pocos éxitos verificables al frenar enfrentamientos fronterizos entre Camboya y Tailandia, mediante la amenaza de suspender acuerdos comerciales.
El alto el fuego firmado en Malasia se mantiene con tensiones menores, y su vigencia ha sido reconocida por organismos del Sudeste Asiático como un avance tangible en la región.
Egipto y Etiopía: un conflicto que ‘no cuenta’
Hay que decirlo: el diferendo por la presa del Gran Renacimiento Etíope nunca derivó en combate abierto.
La mediación de Trump en 2019 y 2020 no produjo resultados concretos y, en cambio, sus declaraciones públicas sobre “volar la presa” tensaron aún más la relación.
La disputa sigue activa y se resuelve ahora por vías diplomáticas africanas y multilaterales, sin participación estadounidense directa.
Trump logró frenar enfrentamientos fronterizos mediante presión económica y la amenaza de suspender acuerdos comerciales. El alto el fuego firmado en Malasia ha resistido, aunque con denuncias mutuas de violación. Fue uno de los pocos casos donde la intervención estadounidense sí resultó decisiva, pero, insistimos, no hubo nunca un combate abierto.
Armenia y Azerbaiyán: Washington llena el vacío ruso
Tras la ofensiva de Azerbaiyán sobre Nagorno-Karabaj en 2023, Trump promovió conversaciones directas entre ambos gobiernos en Washington.
El resultado fue una reducción significativa de la violencia y la instalación de un diálogo político que reemplazó la mediación rusa. Si bien no existe un tratado final, Estados Unidos sí logró posicionarse como nuevo actor de paz en el Cáucaso.
Serbia y Kosovo: acuerdo económico, no pacificación
En 2020, Trump firmó con los líderes de Serbia y Kosovo un acuerdo de cooperación económica. Sin embargo, ambos países no estaban en guerra, por lo que el mérito diplomático fue simbólico.
Las tensiones étnicas continúan y el proceso de normalización sigue bajo la mediación europea.
¿El Nobel? Posible, pero muy improbable
Desde un punto de vista académico, la posibilidad de que Trump reciba el Premio Nobel de la Paz 2025 es baja, aunque no imposible.
El Comité Noruego suele premiar procesos de paz sostenidos y verificables, no gestiones parciales o treguas temporales. Además, la mayoría de los conflictos mencionados siguen activos o en situación de frágil estabilidad.
No obstante, su reaparición en la diplomacia global sí representa un cambio de enfoque en la política exterior estadounidense, más inclinada a la mediación directa que al uso de la fuerza. Esa transición, más que los resultados inmediatos, podría explicar por qué su nombre aparece nuevamente en la conversación internacional.
En perspectiva
Donald Trump evidencia que, en la política contemporánea, la paz es ahora un recurso político y narrativo. Más allá de los méritos concretos que, en nuestra opinión, no los tiene.



