El alcalde Ismael Burgueño presume acuerdos con autoridades de EE. UU. para agilizar cruces fronterizos, pero la ciudadanía reclama que los beneficios solo alcanzan a quienes lo pueden pagar.
Tijuana busca “fortalecer la relación” con San Diego
El alcalde de Tijuana, Ismael Burgueño Ruiz, anunció la consolidación de nuevos acuerdos con autoridades estadounidenses para poner en marcha un nuevo acceso Sentri (Secure Electronic Network for Travelers Rapid Inspection), diseñado con el objetivo de fortalecer la relación económica y turística entre Tijuana y San Diego.
El proyecto se realiza junto con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) y contempla la instalación de dos casetas sobre la calle Segunda, en la Zona Centro de Tijuana, las cuales estarán operando de 4:00 de la mañana a 11:00 de la noche.
“Cada mes se registran más de 600 mil cruces en la línea Sentri. Con esta nueva disposición, facilitamos el tránsito diario y fortalecemos el intercambio comercial y turístico que impulsa a ambas ciudades”, declaró Burgueño Ruiz.
La versión oficial: cooperación y modernidad
El alcalde aseguró que esta nueva infraestructura se enmarca en la política de cooperación y respeto impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum, destacando que el nuevo acceso mejorará la competitividad y el dinamismo económico de la frontera.
De acuerdo con Burgueño, su gobierno apuesta por una “diplomacia activa” que refuerce los lazos entre México y Estados Unidos, sin tener que caer en la subordinación. Sin embargo, los tijuanenses no comparten el entusiasmo. Aseguran que el “Sentri” representa una frontera dentro de otra. Es una fila rápida para unos cuantos, mientras que miles de trabajadores cruzan cada día en condiciones cada vez más lentas y costosas.
¿Modernización o privilegio?
Aunque el discurso oficial habla de desarrollo y progreso, la realidad es que el programa Sentri está reservado para quienes pueden pagar los trámites, verificaciones y cuotas que exige el gobierno estadounidense.
Y es que, aunque la nueva línea busca aliviar la carga vehicular en los cruces fronterizos, los expertos advierten que el problema real no está en la infraestructura, sino en la desigualdad del sistema. Mientras el gobierno celebra una “modernización”, el ciudadano común sigue enfrentando largas horas de espera, trámites burocráticos y costos elevados.
Un cruce más rápido… para los mismos de siempre

Cada mes, según datos del propio alcalde, más de 600 mil personas utilizan el acceso Sentri. Pero la mayoría de los ciudadanos sigue dependiendo de los carriles regulares o Ready Lane, donde los tiempos de espera pueden superar las tres o cuatro horas en horas pico.
El nuevo acceso, aunque se anuncia como una mejora para “miles de automovilistas”, no modifica el fondo del problema fronterizo, que sigue siendo la dependencia económica y laboral de Estados Unidos y la falta de políticas binacionales que consideren a los ciudadanos de ambos lados.
En redes sociales, algunos usuarios celebraron la obra, pero otros cuestionaron que el ayuntamiento priorice proyectos visibles sobre los problemas de movilidad interna, inseguridad y pobreza que persisten en Tijuana.
El trasfondo político
El anuncio llega en un momento en que Ismael Burgueño busca posicionarse políticamente dentro de la región noroeste. Sus declaraciones en sintonía con la presidenta Claudia Sheinbaum no pasaron desapercibidas, pues varios analistas locales las interpretan como un intento de alinearse con el nuevo gobierno federal.
El mensaje diplomático también podría leerse como un intento de reparar tensiones con el sector empresarial fronterizo, que ha criticado la falta de coordinación entre los distintos niveles de gobierno para mejorar la movilidad y los tiempos de cruce.
La frontera que divide y no une

Mientras el alcalde habla de “cooperación y respeto”, la realidad en la línea es otra: miles de tijuanenses siguen viviendo una rutina de desigualdad y cansancio, atrapados entre dos países que presumen su cercanía, pero no resuelven los problemas de fondo.
El nuevo acceso Sentri puede agilizar algunos cruces, pero para muchos ciudadanos, la modernización no se mide en casetas, sino en justicia, igualdad y oportunidades.



