Un día cualquiera de 2017 notas un bulto extraño en tu cuerpo, algo que no habías visto antes y que parece no pertenecerte. Pasan los días y, aunque esperas que desaparezca por sí solo, sigue ahí, sin cambios. La preocupación comienza a instalarse. Decides acudir al médico para descartar cualquier problema serio. Tras una biopsia, recibes la noticia de que no parece ser algo grave. Esa tranquilidad es un alivio, pero también deja un vacío, una angustia silenciosa por no tener un diagnóstico claro que explique qué es realmente.
Más adelante te realizan una mastografía, y el resultado te deja en shock; el diagnóstico que antes se había descartado ahora es real. Es cáncer de mama, en etapa 3.
Esta es la historia de Erika Noemí Ramos, de 47 años, quien compartió su experiencia con JLMNoticias en el marco del Mes Rosa, un tiempo dedicado a la reflexión y la prevención. Erika ganó la batalla contra una enfermedad que cada día afecta a miles de mujeres, y también a algunos hombres siendo el cáncer de mama, uno de los más agresivos y comunes. Según información de la National Breast Cancer Coalition, el cáncer de mama es la segunda causa principal de muerte por cáncer en mujeres en los Estados Unidos, después del cáncer de pulmón. Para finales del 2025, se estima que 42,170 mujeres y 510 hombres morirán a causa de esta enfermedad.
Además, entre 2018 y 2022, la edad media de fallecimiento por cáncer de mama fue de 70 años. Sin embargo, existen disparidades raciales notables a pesar de que la tasa de incidencia en mujeres con un color de piel más oscuro es un 4% menor, la mortalidad en este grupo es un 41% más alta en comparación con las mujeres que tienen la piel más blancas.

Erika nos contó que el tratamiento es complicado y desgastante, una batalla que consume toda la energía entre cirugías, radiaciones y quimioterapias que agotan desde el primer día. El cuerpo comienza a reaccionar al cóctel de medicamentos que se administran por las venas para eliminar las células cancerosas, pero que también destruyen las células sanas. Por eso se pierde el cabello, las uñas se despegan y el cansancio se vuelve constante.
“No puedes hacer muchas actividades; es uno de los procesos más difíciles que existen”, comenta.
Además, estos tratamientos suelen ser costosos y, en muchos casos, no están cubiertos por el seguro social ni por algunas instituciones públicas. Muchas personas abandonan el tratamiento por miedo o falta de apoyo. Para Erika, el acompañamiento emocional de psicólogos fue fundamental para aceptar la enfermedad y los cambios en su cuerpo, especialmente después de la mastectomía, cuando le retiraron una parte del pecho. Aceptar y ver su cuerpo diferente en el espejo fue un proceso emocional muy fuerte. La recuperación de la cirugía también fue dolorosa debido a los drenajes.
Erika tuvo ocho sesiones de quimioterapia y 34 de radioterapia. En la sesión número 15 de radiación sufrió una quemadura dolorosa, inflamada y con líquido, que complicó las curaciones, aunque ese malestar fue parte del proceso que finalmente la llevó a estar bien.
Uno de los apoyos más valiosos para Erika fue contar con un brasier especial para alojar la prótesis que le colocaron tras la mastectomía. Además, la Asociación GAMMA se convirtió en una clave de esperanza durante su tratamiento, ofreciéndole acompañamiento emocional y psicológico, así como ayuda concreta para obtener los medicamentos que necesitaba para continuar su lucha.
En cambio, el acceso a servicios en el sector público resultó complicado. Erika tuvo que insistir mucho para que el seguro social la trasladara a una clínica equipada con el aparato necesario para las radioterapias, un proceso que le costó gran esfuerzo y paciencia.

Erika comparte un consejo vital para todas las mujeres que aún no se han realizado una mastografía por miedo, vergüenza o tabú : “háganla”. Insiste en que, si perciben algo distinto en su cuerpo, sin importar la edad, deben realizarse los estudios necesarios para descartar enfermedades. El cáncer avanza rápido, y detectarlo a tiempo puede salvar vidas.
También compartió una técnica de tocamiento que te permite autoexplorarte , detalló que a ella le ha funcionado. Explica que la mejor manera es acostarse en la cama, con el brazo en alto, y palpar cuidadosamente desde la axila hasta el busto, haciendo círculos suaves con las yemas de los dedos, comenzando desde el pezón hacia afuera. Recalca que es fundamental hacerlo cinco o seis días después de la menstruación, cuando el cuerpo está más relajado, ya que de esta forma se pueden detectar incluso los ganglios más profundos.
Para Erika, esta práctica no solo es una rutina, sino un acto de amor propio, un momento para escucharse y cuidarse con atención.
Finalmente, confiesa que después de vivir una experiencia así, la vida cambia para siempre. Se aprende a valorar lo simple y esencial como lo es el aire que respiramos, el calor de la familia y la alegría de los amigos. Hoy está convencida de que la vida es bonita.
A todas las personas que hoy enfrentan este diagnóstico, Erika dejó un mensaje:
No se rindan. Sé que el camino es duro y está lleno de obstáculos. Contar con una red de apoyo es fundamental para seguir adelante.
Haciendo énfasis en el apoyo y el cariño de quienes nos rodean son la fuerza que nos impulsa a seguir luchando cada día. Hoy, Erika continúa compartiendo su historia con quienes atraviesan circunstancias similares, iluminando su camino con valentía y solidaridad. Su voz se ha convertido en un rayito de esperanza, recordándonos que, incluso en los momentos más oscuros, siempre llega el momento en que el sol rompe las nubes.



