José Alberto Mujica Cordano, expresidente de Uruguay y una de las figuras políticas más emblemáticas de América Latina, falleció este martes 13 de mayo a los 89 años, víctima de cáncer de esófago. La noticia fue confirmada por fuentes cercanas a su familia y por autoridades del gobierno uruguayo.
Mujica, conocido popularmente como “Pepe”, había anunciado en enero de este año que el cáncer, del cual ya se había tratado anteriormente, había regresado. En su estilo franco y directo, reveló su situación de salud con serenidad y sin dramatismos, como fue habitual en su vida pública.
De guerrillero a presidente
Nacido el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, Mujica fue un hombre marcado por la lucha social. En su juventud formó parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una organización guerrillera urbana que operó en la década de 1960 en Uruguay, durante un periodo de fuerte represión y crisis institucional. Por su militancia, pasó casi 15 años en prisión, muchos de ellos en condiciones extremas y de aislamiento.
Con la restauración democrática, Mujica fue liberado en 1985 bajo una amnistía general. A partir de entonces, se integró plenamente a la política institucional. Fue uno de los fundadores del Movimiento de Participación Popular (MPP), integrado al Frente Amplio, la coalición de izquierda que marcaría una nueva era en la política uruguaya.
Un gobierno austero y progresista
José Mujica asumió la presidencia de Uruguay el 1 de marzo de 2010 y concluyó su mandato en 2015. Su gobierno se destacó por una fuerte impronta social, un discurso alejado del protocolo y una vida austera que contrastaba con la formalidad del cargo: donaba gran parte de su salario y vivía en su chacra, en las afueras de Montevideo, junto a su esposa, la también exsenadora Lucía Topolansky.
Durante su administración, Uruguay se consolidó como uno de los países más progresistas de América Latina. Entre sus principales logros destacan:
- La legalización del matrimonio igualitario (2013), colocando a Uruguay a la vanguardia en materia de derechos civiles.
- La regulación del mercado de la marihuana, una medida pionera a nivel mundial, con la que el Estado asumió el control de la producción y distribución para combatir el narcotráfico desde una perspectiva sanitaria.
- El impulso a las políticas de inclusión social, con programas dirigidos a sectores vulnerables, especialmente jóvenes y trabajadores informales.
- El fortalecimiento del sistema educativo y el desarrollo de políticas de acceso a la tecnología, como la consolidación del Plan Ceibal, que llevó computadoras portátiles a los estudiantes de escuelas públicas.
Su forma de liderar, cargada de honestidad, autocrítica y lenguaje directo, le ganó respeto y simpatía a nivel internacional. Incluso fuera del poder, Mujica fue una voz escuchada en foros globales, como sus recordados discursos ante la ONU o en la Cumbre de Río+20, donde criticó el modelo de consumo y abogó por una economía más humana.

Un legado que trasciende fronteras
Pese a haberse retirado de la política activa en los últimos años, Mujica seguía siendo una figura de consulta y reflexión. En 2020, renunció a su banca en el Senado por motivos de salud, con un emotivo discurso en el que expresó: “Me voy porque me está echando la pandemia”.
Su muerte marca el final de una era para Uruguay y deja una huella profunda en la historia latinoamericana. José Mujica será recordado no sólo por sus políticas progresistas, sino por su integridad personal, su rechazo a los privilegios del poder y su constante llamado a la humildad, la solidaridad y la paz.
Los funerales de Estado están siendo organizados por el gobierno uruguayo y se espera la asistencia de líderes regionales y ciudadanos que quieran despedir al “presidente más pobre del mundo”, como fue llamado en muchas partes del mundo, aunque él mismo rechazaba esa etiqueta con humor y sencillez.



