Este domingo, el pueblo michoacano se convirtió en el reflejo del hartazgo social y político que atraviesa México. La jornada que comenzó como una despedida al alcalde Carlos Manzo, asesinado tras denunciar actos de corrupción y vínculos del crimen organizado, terminó en un levantamiento ciudadano que obligó a la evacuación del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, en medio de un clima de indignación y protestas masivas.

En Morelia y Uruapan, miles de personas se unieron para exigir justicia, demostrar su inconformidad y rendir homenaje a un líder que, en vida, fue la voz de quienes denunciaban los abusos del poder. Su muerte encendió una chispa que rápidamente se convirtió en símbolo nacional de resistencia civil y coraje colectivo.

El día de hoy fuimos testigos de lo que podría ser la prueba perfecta del hartazgo político del pueblo mexicano.
Existe una sociedad cansada y desilusionada de las instituciones y de las figuras políticas. La policía ha dejado de ser un ‘ángel guardián’; los gobernantes ya no gozan de aquella aceptación universal y ciega.
La sociedad está dispuesta a salir a las calles, a gritar, quemar, romper y desafiar todas aquellas instituciones con las que ya no se siente identificada.
Hoy fue el inicio de un movimiento que no distingue clase, género ni edad; el único factor en común es el hambre de justicia. Hoy se demostró que el pueblo mexicano no calla: grita y golpea con todas sus fuerzas. Los ciudadanos de Uruapan, Michoacán, nos demostraron que un pueblo unido contra la élite política es poderoso, capaz de enojarse y de destruir, porque en un levantamiento nada tiene más fuerza que la caída de los símbolos.

El ojo público está ahora en los criminales —no solo en los encapuchados—, sino también en aquellos que visten trajes y corbatas, los que se hacen llamar ‘líderes’. No hay distinciones: la lucha es contra quienes operan en la sombra y también contra quienes lo hacen desde los eventos públicos.
Michoacán y el pueblo mexicano están luchando por la libertad y la justicia, hasta que denunciar y decir la verdad deje de ser motivo de asesinato.
Hoy existe la certeza de que, ante cualquier inconsistencia en la ley, estará el ciudadano con antorcha en mano, exigiendo una rendición de cuentas transparente. Lo de hoy es solo el comienzo: hasta que no quede un político que goce de privilegios, hasta que todos seamos realmente iguales ante la ley, solo entonces el pueblo mexicano podrá tenderle la mano a la autoridad porque…
Más vale morir luchando que vivir muriendo”.
Esta reflexión encapsula la rabia y el sentimiento de justicia que recorren Michoacán y el país entero.
En Morelia, las manifestaciones se convirtieron en una demostración de fuerza social y en un mensaje contundente hacia las autoridades: México ya no calla.
El asesinato de Carlos Manzo no solo marcó la pérdida de un líder, sino el despertar de una conciencia colectiva que exige transparencia, justicia y un fin a los privilegios políticos.
Hoy, Michoacán se erige como símbolo de resistencia nacional, donde la voz del pueblo se impone al poder y demuestra que la lucha por la verdad sigue más viva que nunca.

Impulsado por el movimiento juvenil “Generación Z” y colectivos vinculados a Guacamaya Leaks, el levantamiento ciudadano tomó un nuevo rumbo político: exigieron la renuncia inmediata del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, acusándolo de omisión y de representar el mismo sistema que silenció a Carlos Manzo. Con pancartas y consignas, los jóvenes afirmaron que “es momento de abrir los ojos” y que Michoacán no volverá a callar ante la injusticia.
Al filo de la medianoche, los manifestantes comenzaron a retirarse de las inmediaciones del Palacio de Gobierno, luego de más de ocho horas de protestas, cantos y llamados a la acción.
Sin embargo, el movimiento no se disuelve: están convocados para nuevas manifestaciones a lo largo del lunes, en distintos puntos de Morelia y Uruapan, donde el clamor por justicia promete seguir marcando la historia reciente del estado.



