El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reporta más de 819 mil defunciones de mexicanos; las enfermedades del corazón, la diabetes y el cáncer siguen a la cabeza.
En su reporte más reciente sobre las Estadísticas de Defunciones Registradas (EDR) 2024, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) confirmó un aumento en la mortalidad general de los mexicanos: 819 mil 672 muertes registradas, lo que representa un incremento de 2.5% respecto al año anterior.
El informe detalla que la tasa bruta de defunciones fue de 630 por cada 100 mil habitantes, con los mayores índices en Ciudad de México (863) y los más bajos en Quintana Roo (490).
Más del 89% de las muertes se debieron a enfermedades y problemas relacionados con la salud, y el resto a causas externas como accidentes o violencia.

El sistema de salud ante las enfermedades crónicas
Las enfermedades del corazón, la diabetes mellitus y los tumores malignos se mantuvieron como las tres principales causas de muerte de los mexicanos, evidenciando —según expertos— la carga estructural que enfrentan los servicios médicos públicos y privados.
- Enfermedades del corazón: 192 mil 518 muertes (principalmente por cardiopatías isquémicas).
- Diabetes mellitus: 112 mil 577 fallecimientos, afectando por igual a hombres y mujeres.
- Tumores malignos (cáncer): 95 mil 108 casos, principalmente en órganos digestivos y genitourinarios.
Las entidades con mayor tasa de mortalidad por enfermedades cardíacas fueron Tabasco, Chihuahua y Coahuila, mientras que Aguascalientes, Guerrero y Nayarit registraron las más bajas.
El documento del INEGI destaca que el 80% de las personas fallecidas contaban con atención médica previa, aunque solo 2.7% tuvo necropsia para confirmar el diagnóstico.
Salud pública: una carga de largo plazo
El estudio advierte que la tendencia al alza de enfermedades no transmisibles mantiene presionada la capacidad hospitalaria y los recursos de atención médica en los mexicanos.
La diabetes, por ejemplo, continúa vinculada al estilo de vida, la falta de prevención y la atención tardía; el cáncer sigue creciendo con diagnósticos cada vez más tardíos, sobre todo en mujeres de 45 a 64 años; y las enfermedades del hígado, muchas ligadas al consumo de alcohol, representaron 40 mil 645 muertes durante el año.
Las enfermedades cerebrovasculares —como los accidentes vasculares cerebrales— dejaron 34 mil 784 fallecimientos, en su mayoría en adultos mayores.
Los homicidios repuntan en el último año de López Obrador
El INEGI también reporta un repunte en las muertes violentas de mexicanos durante 2024, el último año de la administración de Andrés Manuel López Obrador.
Se registraron 33 mil 550 homicidios, frente a los 32 mil 252 del año previo.
La tasa nacional subió a 25.8 asesinatos por cada 100 mil habitantes, con Colima, Guanajuato, Morelos y Baja California a la cabeza.
El 87.8% de las víctimas fueron hombres y más del 70% de los homicidios se cometieron con arma de fuego.
El grupo de 25 a 34 años fue el más afectado: en los hombres de esa edad, el homicidio sigue siendo la primera causa de muerte, superando cualquier enfermedad.
Un país que envejece y se enferma
De acuerdo con el INEGI, casi seis de cada diez muertes (57.9%) ocurrieron en personas de 65 años y más. La Ciudad de México, Veracruz y Chihuahua registraron las tasas más altas de mortalidad estandarizada, mientras que Aguascalientes y Guerrero se mantienen con las más bajas.
El envejecimiento poblacional, sumado al aumento de enfermedades crónicas y a la persistencia de la violencia, proyecta un desafío complejo para el sistema nacional de salud en los próximos años.
Mexicanos después de la pandemia
Aunque la COVID-19 quedó fuera de las 20 principales causas de muerte en 2024 —con solo 1,435 casos reportados—, el informe muestra que los padecimientos asociados a la pandemia (neumonías, EPOC y enfermedades del corazón) siguen presentes y continúan afectando a los sectores más vulnerables.
El reporte del INEGI confirma que México enfrenta una doble crisis de mortalidad: por un lado, enfermedades crónicas que reflejan debilidad estructural en la prevención y atención médica, y por otro, violencia persistente que mantiene altas las cifras de muertes externas.
Dos realidades que, aunque distintas, muestran el mismo resultado: un país que sigue perdiendo vidas por causas que podrían evitarse.



