Por Guillermo Leal
Ernesto Javier Tapia “El Calita” y Héctor Gutiérrez malograron una tarde triunfal hoy en Guadalajara donde torearon por nota, pero fallaron con la espada lastimosamente, en una tarde de muy mala fortuna para el hispano Alejandro Talavante cuyo lote también de la ganadería queretana fue deslucido y débil.

El triunfador “Calita” con todo y sus cuatro orejas y el rabo de su pasada actuación se fue a los medios a recibir a su primero de Villacarmela ejecutando una larga de rodillas, para después lucir con las verónicas y llevó por delantales al toro al caballo.

Cuando Calita se perfilaba hacia el centro para brindar al público, el toro, de bravo, remató en el burladero de matadores y se despitorró.
Quiso “Calita” torear, pero el tendido no lo dejó y abrevio entonces con un estoconazo ante el desconcierto del triunfador.

Tras Calita, en su segundo, un astado de Teófilo Gómez con nobleza y calidad que embestía despacio, “Calita” se abandonó en un toreo terso, de mano bajo y muletazos profundos y largos, en otra gran faena del torero capitalino que dejó una estocada entera, pero trasera, que no fue suficiente y tuvo que oficiar cinco otras veces pinchando, hasta dejar otra estocada y cuatro descabellos retirándose entonces en silencio, tras un aviso.

El tercero de la tarde de Teófilo Gómez, un toro bravo y con movilidad, le permitió a Héctor Gutiérrez realizar una labor que, sin miramientos, inició pronto apenas Héctor vio cómo su montera cayó con los nachos hacia abajo después del brindis del público.
Muletazos largos y templados emocionantes que tuvieron conexión al tendido.
Héctor, con sus varios pinchazos y descabellos, dejó la posibilidad de alcanzar el triunfo que ya tenía ganado.
Así como el sábado en Aguascalientes cuando le brindó a Leo Valadez su segunda faena, hoy en Guadalajara lo hizo con Alejandro Talavante, para después realizar otra vez una faena de altos vuelos, dominador, templado y artista, pero también de nueva cuenta falló con la espada y todo quedó ahí.
El primero de la tarde de Teófilo Gómez fue un astado débil, deslucido y con el que poco pudo hacer el español Alejandro Talavante que se lo quitó pronto de encima. Mel castaño cuarto tuvo voluntad pero embistió a media altura.
Alejandro lo fue llevando poco a poco, pulsando tanto que el astado le atropelló la muleta en dos ocasiones y lo desarmó. Se vino a menos la faena y el ánimo del público.



